sábado, 21 de abril de 2007
EL FOLLON DE YAMASA
POR JUAN ANTONIO ALIX
Siento mucho relatar lo que al fin relato hoy, porque ya dirán que soy amigo de exagerar; Y el que me ha de murmurar desde ahora ya sabrá, que tres pitos se me da que figuren que es un cuento lo que pasó en el convento del pueblo de Yamasá.
Pues un día de la Asunción estando yo en Yamasá, vino el cura de Boyá a celebrar la función. A mediado del sermón hubo allí un pelotero que hasta vino un tal Peguero que es el jefe del lugar, queriendo allí disparar un trabuco naranjero.
Un haíto que por cierto fue a gozar de la función se largó allí un follón que hedía a perro muerto; yo no diré que es incierto que estuve al perder el tino, pues el follón tan dañino de aquel ahíto infeliz me picó en la nariz como un ají montesino.
Del púlpito descendió de cabeza el reverendo, y al caer iba diciendo: «¡Qué peo se han tirado, fo!» Y al sacristán que le dio esa brisa tan impura, dijo «¡fo, y es de asadura, aquí no lo aguanto yo!»; y en seguida se tiró de cabeza tras del cura.
Como el campanero es ciego al oír la corredera, sin averiguar siquiera comenzó a tocar a fuego. Salió el cura sin sosiego con la frente en un chichón gritando más que un lechón y preguntando igualmente: «¿Quién ha sido el indecente que se largó ese follón?»
A una vieja de la Jagua le tumbaron el pañuelo, y se vio caer al suelo una peineta de yagua; dejaron allí una enagua por el maldito follino, que, por tener palomino, nadie la quiso tocar; al Alcalde del lugar le aplastaron el gallino (bombo).
Según la opinión del cura y del sacristán también, el follón fue de lerén de mondongo, o de asadura. Pronto irá a la sepultura quien soltó ese marrano, pues si no se hallaba sano ese maldito cochino, no debió en lugar divino follonear así al cristiano.
Después que aquello pasó y que fue calmado todo, dijo el cura del mal modo: «¡Ese follón me mató! Pero ahora quiero yo, en bien de la religión echarle la excomunión si no declara al momento, el que vino a este convento a largarse ese follón.»
Salió un viejo setentón hinchado y descolorido, y al cura dijo: «yo he sido el que me tiré el follón. No fue esa mi intención le digo, Padre bendito, sepa usted que estoy agito y creo que no tengo cura, calcule que es de asadura que comí cuando chiquito».
El sacristán dijo al cura saltando y con alegría: «Mi amo, ¿no le decía que el follón fue de asadura?» «Tú tienes razón criatura son buenas tus condiciones, rogaré en mis oraciones al Divino Sacramento, que no salgas del convento para que huelas follones.»
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