martes, 13 de agosto de 2013

Con la reversa dañada

Ella tenía el corazón deshabilitado, cuando se paqueó a la derecha de mi vida. Había vivido tragedias físicas y emocionales que le dejaron la piel del alma marcada para siempre y yo no quería echarle más agua a los humedales de su existencia.

Su mirada tan triste me conmovía, pero la idea de abrevar de esa fuente de placer me excitaba hasta el dolor y contra todo pronóstico iniciamos un camino de redención buscando apaciguar las palomas del deseo que desde el principio nos sobrevolaba el cielo estomacal.


Me amarró el orgullo con sus maneras de dama de alta alcurnia y la actitud de cuero de cortina, que asumía desde que se tomaba dos copas de vino y se le resbalaba el panty.


Quiso, a toda costa, hacerse dueña de todo lo que yo era. Mi cuerpo, mi amor, mis sentimientos y otras cosas que no voy a decir.


Me sentía como un botín de guerra que ella entendió que había ganado en alguna batalla de aposentó y como tal lo defendía.


Pero escapé a tiempo y hoy me encanta recordar como cambió de colores cuando le anuncie mi huida. Nunca me lo creyó y continuó llamando y escribiendo, pero este autobús ya había partido y siempre ha tenido la reversa dañada.


Milciades/colección (“Corazón de autobús”).