AQUI ESTA DE NUEVO EL ARTICULO DE FRANK SANCHEZ

LOS SULFUROS DE PUEBLO VIEJO: PROYECTO MINERO Y AMBIENTAL POR FRANK SANCHEZ Ingeniero Civil, Decano de Planificación y Desarrollo del ITECO franc_sanchez_7@hotmail.com La explotación de los sulfuros de Pueblo Viejo, o mina de oro de Cotuí, ha sido uno de los temas de mayor debate en los últimos 20 años. Es de suponerse entonces que el “radiobembismo” impulsado desde las tribunas callejeras donde hacen galas los mejores exponentes del tremendismo, fatalismo y del morbo, haya promovido todo tipo de conjeturas, muchas veces con poco fundamento. “Si explotan la mina nos va a llevar el diablo” han llegado a afirmar algunos. Me recordó un compañero de trabajo y colega, que “una mentira sostenida en sus extremos por dos verdades pasa por verdad”, sobre todo cuando quienes pueden enriquecer el debate le dejan el camino libre a los “radiobembadifusores”. Con relación a la explotación de la mina, le explicaba a mi amigo, que además de ser éste un proyecto minero es un trascendental proyecto ambiental y luego de explicarle mis razones me pidió que hiciera pública mis palabras, como contraparte de las voces que en las esquinas auguran un desastre ecológico mayor si se explota la mina. Pues bien, la mina de oro en cuestión es un yacimiento de sulfuros, o sea, minerales que contienen azufre asociado a elementos químicos como hierro, plata, arsénico, oro y otros. Los sulfuros tienen la propiedad de reaccionar fácilmente con el aire y la humedad produciendo óxido de sulfuro, que al evaporarse reacciona con el hidrógeno en las nubes y produce ácido sulfúrico. Éste se precipita con la lluvia y al escurrirse por el yacimiento arranca del mineral metales pesados como hierro, zinc y otros, los cuales son transportados junto al óxido de hierro en las corrientes de agua que manan hacia arroyos y ríos, con altos niveles de acidez, contaminando recursos hídricos y suelos. Pero además se produce un ciclo permanente en el cual con el paso del tiempo la lluvia va tornándose cada vez más ácida. Ese yacimiento minero ha estado impactando en el ambiente desde siempre, desde antes de la explotación de los óxidos, o sea, antes del 1975. Vasta recordar la poza del arroyo Colorao, en las cercanías de la mina, el fuerte olor a azufre y el tono rojizo de sus aguas cuando llovía. Esto es consecuencia del fenómeno que acabamos de explicar, o sea, consecuencia del escurrimiento de las aguas lluvias hasta el sub suelo, su contacto con los sulfuros y las reacciones químicas que se producen al poseer la zona semejante características mineralógicas. Evidentemente, esa situación se agravó al quedar al descubierto los sulfuros luego de la explotación de la capa de óxidos que los cubría y de continuar así en unos años el nivel de acidez de la lluvia y las aguas de la zona, así como el contenido de metales pesados, será tal que hará imposible la vida, produciendo un desastre ecológico de incalculable daño. Entonces hay que procurar romper el ciclo y urge evitar que las aguas en contacto con los sulfuros sigan corriendo libres por nuestros ríos. Si analizamos la productividad de la tierra de nuestra región, nos encontramos que cada año baja más y más. Si estudiamos los niveles de salubridad de nuestra gente nos damos cuenta que cada día se deteriora más y más. Las aguas de nuestros ríos, alimentados por arroyos que nacen en esas formaciones geológicas, son llamadas “aguas pesadas”, poseen alto contenido en metales pesados, los cuales no son sintetizados por la flora ni la fauna, simplemente se van alojando en nuestros organismos hasta dañarnos. Esa es una realidad que hay que encarar. Técnicamente, una alternativa viable sería recoger mediante canales las aguas que se escurren por el yacimiento, para procesarla en una planta de tratamiento y reencausarlas por los arroyos y ríos. Pero también hay que reducir al mínimo el contacto directo de la lluvia y el aire con los sulfuros. Para esto último hay dos alternativas: o cubrirlo todo con una capa de arcilla de suficiente espesor que evite que el agua se escurra hasta la capa de sulfuros, o extraer los sulfuros y regenerar la capa vegetal de la zona minada. Cubrir el yacimiento y mantener un proceso de tratamiento de las aguas resulta una inversión económicamente incosteable. Explotar la mina, además de que iría eliminando los sulfuros, generaría recursos, parte de los cuales se destinarían para un fondo de remediación ambiental que garantice el control ambiental durante la explotación, el cierre y el post cierre de la mina. Esa es una condición que exigen los organismos financieros para apoyar cualquier proyecto minero hoy día, cosa que a partir de la Cumbre de Río de Janeiro del 1992 se ha convertido en una regla inquebrantable en la minería mundial. Desde el punto de vista ambiental, la situación presente de la provincia Sánchez Ramírez y la región es crítica, con tendencia a empeorar con el paso del tiempo hasta niveles de desastre. ¿Estamos en condiciones técnicas y financieras de detener la contaminación sin explotar la mina? Les dejo a ustedes la respuesta, pero les recuerdo que en los 14 años de paralización de las explotaciones es casi nada lo que se ha hecho, por falta de recursos económicos. Yo creo que estamos obligados a explotar la mina de oro de Cotuí desde todo punto de vista.