domingo, 20 de mayo de 2007

GRACIAS A DIOS POR LOS SACERDOTES

Hace poco me encontré con un sacerdote muy profundo en la fe. Celebraba la misa con una particular devoción. Me impresionó cuando elevó las especies consagradas y las miraba con tal cariño, con una ternura tan grande y profunda, que te llegaba al alma. La misa continuó y nos sentimos transportados al Paraíso, en la presencia de Jesús. Cuando terminó, fui a la Sacristía, y le dije emocionada: –“Gracias... por ese amor y delicadezas con el buen Jesús, por su amor a Jesús Sacramentado”. Me tomó de las manos agradecido. Sonrió y me dijo algo que nunca olvido: – “Rece mucho por mí”. En ese momento pensé: “¿Cómo un hombre santo me pide que rece por él?” A menudo reflexiono en ello: “Rezar por los sacerdotes”. Comprendí que se parecen tanto a nosotros. Y a la vez, son tan diferentes. Tienen algo de sagrado, un Cristo metido en sus almas, que nos ve a través de ellos y nos bendice y nos perdona. Pienso también en su gran lucha espiritual. Son los más atacados y golpeados. Por los que no les comprenden. Por los que hablan mal de ellos. ¿Te has dado cuenta? Cargan con sus problemas y con los nuestros. Es justo que también lleven, en sus almas, nuestras oraciones y nuestro afecto. Siempre he tenido un cariño y un respeto muy particular por los sacerdotes, sin importar su carácter o pueblo de origen. Me han dado los mejores consejos. Han estado presentes en los momentos más importantes de mi vida. Y he tenido la gracia de conocer y cultivar la amistad de algunos que han sido vitales en mi formación personal y espiritual, como el P. Fredi González, P. Ramón Abréu, P. Alexis Mejía, P. Diómedes Ángeles, P. Francisco Jiménez, P. Juan Rosario, P. Miguel Jáquez, P. Rafael Columna, P. Alberto Cordero, P. Chelo, P. Pedro Ozoria, P. Félix Nova, P. Kiko, P. jonny...en fin, la lista es larguísima, pero a todos ellos los quiero mucho y les agradezco todo lo que han aportado en mi vida. Qué bueno saber que aún hay almas que se atreven a vivir el Evangelio, a escuchar el llamado de Jesús, a entregarse sin medida, a negarse a sí mismo, para dejar que sea Cristo el que brille, el que viva. Hay que ser valientes, decididos, y tener una confianza grande en la voluntad del Padre. Abandonarse en sus brazos. A lo largo de los años, partiendo de la experiencia que he tenido con mis amigos, los Sacerdotes, he construído una idea de lo que realmente son, son: un Cristo en la tierra. Pidamos por ellos, para que Dios, en su bondad infinita, les preserve de todo mal y los haga crecer en santidad. Gracias Sacerdote Querido, por tu entrega. Gracias por tu amor a Jesús Sacramentado. Por tu fidelidad. Por enseñarnos el camino que es Jesús. Dios te bendiga. Afectos, María Rodríguez Ventura.-

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