miércoles, 23 de mayo de 2007

TODO UN HOMBRE

Ella estaba en cuatro, como una perra en fuga. El amante la tenia asida por las caderas llevándola una y otra vez hacia él. Gritos, susurros, halles supiros, era la música que llenaba la habitación. En una esquina, una lámpara de luz blanca bañaba el espacio, a los pies de esta, la foto de boda con el marido mirando inquisidoramente a la mujer en el colmo del gozo. El marido llegó. Discreto. Cansado, habatido, harto de trabajar para mantener dos muchachos que ni siquiera eran suyo (penso). Subió, escuchó los ruidos, los gritos, y de manera instintiva se llevó la mano al cinto. Sacó la pistola movió la cortina discretamente y apuntó a la cabeza de ella. La vió preciosa; con los ojos cerrados y el rostro rojo de la emoción. Sonreída. No pudo disparar. Apuntó al hombre. El de rodillas, amarrado a su cintura, bailando una música loca, con toda su humanidad dentro de aquella mujer hecha de deseo. Los ojos cerrados, la boca abierta, gritando palabrotas, feliz y sin permiso. El marido no pudo disparar. No podía matar a quienes lograban ser todo lo feliz que el no era, a quienes podía vivir en un instante lo que el no había logrado en una década. Enfundó de nuevo, bajó al patio y disparó siete tiros a la piscina, en el mismo momento en que los amantes se fundían en un profundo orgasmo y se mezclaban para siempre en la vida.
Extraido del libro inedito "Ah la vida"
de Milciades Pichardo

1 comentario:

glen moya dijo...

les huviese disparado para que no llegaran al extasis.