Por Angel Mejia
Especial para Cotui Digital
No sé por qué la mayor parte de las noticias malas te llegan de noche. El caso es que te tiemblan las piernas cada vez que suena el teléfono después de la 1:00 de la madrugada porque nadie te llama a esa hora para felicitarte por tu cumpleaños, ofrecerte un buen negocio o decirte que fuiste agraciado con algún premio.
Saltas como un cohete al primer timbrazo o te preparas rápidamente para coger la caída mientras dejas que el aparato timbre las tres veces reglamentarias antes de que pueda entrar la contestadora automática. Esta última iba a ser mi opción pero me decidí a levantar el auricular al segundo timbrazo. ¿Dónde estará la llave del carro, pensé? ¿Tengo dinero? Es que no se puede salir a esa hora a la calle sin un chele en efectivo, porque no resuelves nada.
Hay buscones por todas partes y hasta al policía de la emergencia del hospital público tienes que darle lo del cigarrillo para que te facilite las cosas. Quise que en el mejor de los casos se tratara de una llamada equivocada o de algún latoso, pero no.
En un instante la voz entrecortada de la mujer en el otro extremo del teléfono me hizo recordar fotos amarillentas que cuelgan en pareces de algunos familiares y en álbumes carcomidos por el tiempo y las polillas celosamente guardados en viejos armarios de caoba centenaria, algunas de las cuales yo mismo coloreaba con papel crespé mojado cuando las fotografías a color aún no habían explosionado.
Ya había dormido la primera tanda y me encontraba en un sofá de la sala, sentado, organizando el pensamiento y preparando el cuerpo para una jornada de lectura (ahora en Internet) y trabajo nocturno a los que me habitué desde que murió mi abuelo hace muchos años dejándome de tarea expresa el cuidado de mi madre por ser yo el mayor de los varones, aunque apenas era un adolescente. Debí hacer un esfuerzo por descifrar las palabras de la mujer que llamaba dándome informaciones sueltas que tuve que hilvanar para tratar de entender el hecho: una autopista oscura, un vuelco y un ser querido pidiendo auxilio por el celular debajo del auto
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