En síntesis, luego de 25 años de explotaciones en Pueblo Viejo, la provincia Sánchez Ramírez sigue con indicadores sociales y económicos que la sitúan entre las tres más pobres del país, con un medio ambiente altamente impactado por la contaminación. Una provincia resentida por la indiferencia de la empresa y una imagen nacional e internacional de "provincia inestable". Marginada de la inversión pública y considerada de "alto riesgo" por la inversión privada.
Abordar el tema del impacto social de una actividad minera en cualquier comunidad del mundo, no es posible sin al menos salpicarla de elementos contenidos dentro del marco económico. Tampoco es posible sin hacer la necesaria revisión al entorno que define la comunidad, así como una referencia histórica que nos permita situarnos de manera objetiva en el tema.
Iniciamos pues, apuntando que los yacimientos de Pueblo Viejo se encuentra en la Provincia Sánchez Ramírez, la más empobrecida provincia del Cibao y una de las tres más pobres del país. Su población sobrepasa los 170 mil habitantes, y más del 91% de ellos viven por debajo de la línea de pobreza. Con una población económicamente activa que está fuera de la actividad productiva en más de un 30%.
Una provincia, cuyo municipio cabecera, al inicio de las actividades de explotaciones mineras del yacimiento de Pueblo Viejo, por allá por el 1975, no tenía calles asfaltadas, ni sistema de alcantarillado, ni abastecimiento adecuado de agua potable. Era menos de tres (3) kilómetros cuadrados, con sus pobladores dedicados a las actividades agropecuarias, prácticamente de subsistencia, con una discreta actividad industrial limitada prácticamente a lo que son las procesadoras de arroz.
Con plantaciones de cacao, café, arroz, plátanos y otros frutos. Con ganadería variada pero de tímido desarrollo. Con recursos hídricos a granel gracias a los más de 1,700 mm de lluvia al año y una variedad de recursos mineros vírgenes.
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