Los cotuisanos somos expertos a la hora de tratar de explicar los por qué exhibimos tan bajos niveles de desarrollo respecto al resto del país. A diario escuchamos tesis, postulados y hasta sentencias que se masifican y se aceptan como “gran verdad”, pero que no son más que excusas por lo que no hemos podido hacer nosotros mismos como pueblo, explicaciones que en realidad buscan ocultar nuestras propias debilidades.
Las incapacidades de las autoridades, el poco aporte de la Rosario Dominicana en su momento y el mal manejo de los fondos que administró el Patronato Pro Desarrollo son tres aspectos a diario citados como razones por las que Cotuí se encuentra como está. Con el debido respeto que me merecen todos los que así piensan, paso a expresar mis diferencias al respecto:
1- “Cotuí nunca ha tenido autoridades que se preocupen por su pueblo”.
Si bien hemos tenido autoridades que no han estado a la altura de su investidura, decir que “nunca” es una mezquina manera de desconocer a quienes en verdad han hecho su trabajo. Los hemos tenido de todo tipo: congresistas “irresponsables” que no cumplen siquiera con su asistencia al Congreso, los “desentendidos” que nunca se involucran en la problemática de su comunidad, los “magos” que al ganar se mudan del lugar y se esfuman por acto de magia, los “cónsules” que utilizan sus investiduras para traficar con visados, los “colectores” que cobran un porciento del cheque de aquel infeliz que ayudan a nombrar en un puesto, los “paracaídas” del narcotráfico, los “inversionistas” que compran puestos, los “analfabetos” reales y funcionales; en fin, una cuadrilla de “chatarras”.
Pero también hemos tenido, aunque en menor cantidad, congresistas capaces, síndicos trabajadores, regidores cabales, gobernadores comprometidos. Ahora bien, hemos sido nosotros con nuestro voto quienes hemos subido esas “chatarras”. Individuos claramente descalificados que han encontrado quienes les hagan el coro sea porque reciben dinero, sea por disciplina partidaria o sea por ligerezas a la hora de votar. En síntesis, es tan culpable el inepto que no cumple su deber como el que irresponsablemente lo sube. Y lo triste es que por lo general quienes más centran la culpa de la desgracia en las incompetencias de las autoridades son los primeros que se prestan para el ascenso de la mediocridad.
2. “La mina no aportó nada”.
Hasta finales de los años 70 Cotuí, más que de ciudad, tenía características de aldea. De pronto, entre 1980 y 1990 adquiere un dinamismo económico tal que en toda la región del nordeste solo San Francisco de Macorís nos rivalizaba.
Es la explotación de la mina de oro lo que motoriza ese proceso. Nadie puede negar que esa fue la “época dorada” de Cotuí. Hay quienes podrán decir que la mina afectó desde el punto de vista ambiental y yo comparto ciento por ciento ese criterio. Pero que en nada positivo aportó es una falsedad.
Que no haya servido para cimentar un desarrollo sostenible es otra cosa. Y es que las inversiones en infraestructuras y obras sociales pueden abonar el camino hacia un proceso de desarrollo económico y social, pero por sí sola no generan la sostenibilidad del proceso. Eso sólo la actitud de la gente y sus capacidades de reproducir riquezas pueden lograrlo. Los salarios de los trabajadores movían la economía.
Ahora bien, ¿aprovechó Cotuí y su empresariado las oportunidades de negocios que la empresa representaba? Las empresas surgidas en aquellos años apenas daban respuesta a las necesidades de los trabajadores, por lo que una vez cesanteados no se sostuvo la demanda y fueron desapareciendo una tras otra en muy poco tiempo.
¿Cuáles fueron las iniciativas privadas en producciones de bienes y servicios industrializados que generaran empleos y plusvalía a nuestra materia prima? Entonces la culpa no fue de la mina sino de la poca visión de la comunidad, que entendió la mina por sí debía ser el todo. Si la comunidad y el sector privado no jugaron su rol, quienes tenemos que revisarnos somos nosotros como comunidad.
3. “Se robaron y mal utilizaron los fondos del Patronato”.
Con RD$22 millones manejados por el Patronato en toda su historia, se fundó la universidad ITECO, el Politécnico Juan Sánchez Ramírez, el Politécnico Inmaculada Concepción (parte), Liceos de La Mata y La Cueva, 16 escuelas rurales; el Estadio de Base Ball (primera etapa), plays de Pueblo Nuevo y Fantino, canchas de La Gallera, Fantino y Cevicos; el Sub Centro de Salud de Cevicos, 12 clínicas rurales; las calles de Cevicos, del sector de Pueblo Nuevo de Cotuí, aceras y contenes de Fantino; el Edificio de Los Bomberos, el Cine Teatro, Mercado público y ampliación del Cementerio Municipal de Cotuí; el Banco de Desarrollo y subsiguientemente la Zona Franca, reparaciones de caminos vecinales, el Parque Infantil de Fantino, 12 pozos tubulares con molinos de viento en diferentes comunidades rurales, centros comunales rurales, entre muchas otras obras más.
Hoy resulta que sólo el aporte del ITECO en la formación de recursos humanos ha producido un activo a la provincia muy superior a todo el dinero recibido. Si invertir en educación, salud, deporte e infraestructuras viales y comunales es mala inversión o robarse el dinero, entonces tienen razón. Hay que situarse en el contexto histórico de la provincia para entender el orden de prioridad de aquel momento.
Lo que sí criticamos acremente es la irresponsabilidad de los gobiernos de entonces, que descargaron en manos del Patronato la responsabilidad del Estado, así como las incapacidades que comunidad hemos tenido para incorporar esos activos dentro de un plan de desarrollo sostenido.
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