Era un hombre callado, discreto. Sumamente discreto. Más de una vez tuve la oportunidad de saludarlo, apenas unas breves palabras, en momentos en que me disponía a hablar con la mujer que lo subyugó con su amor hasta la muerte.
El director musical Pedro Knight guardaba distancia y desde un rincón de la habitación del hotel observaba, como una especie de guardián, a la exquisita guarachera Celia Cruz mientras respondía las preguntas del periodista.
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