jueves, 1 de febrero de 2007

Pocas esperanzas

 Hoy estas agrupaciones han degenerado en “organizaciones bien armadas” que mantienen en zozobra a esas comunidades en su afán por tener el control de la venta de drogas, cometiendo en su accionar innumerables fechorías




POCAS ESPERANZAS

 Por Glennys Mercado 


En sentido General la delincuencia común se engendra en la violencia. Aunque existe otro tipo de delincuencia que se hace cada vez mas común, como la corrupción y el robo en la administración pública, que por lo regular no es calificada como delincuencia propiamente dicho. En países como el nuestro el factor de mayor influencia para la generación de delincuencia es sin dudas la gran desigualdad social, lo que los políticos llaman “la brecha económica” entre ricos y pobres. Desde inicios de la década de los 80 hemos visto como se incrementa la delincuencia en nuestros barrios, donde se inició la formación de pequeñas bandas llamadas “macheteros”.

 Hoy estas agrupaciones han degenerado en “organizaciones bien armadas” que mantienen en zozobra a esas comunidades en su afán por tener el control de la venta de drogas, cometiendo en su accionar innumerables fechorías. Todo esto sucede ante la indiferencia de autoridades policiales que se preocupan mas por cobrar el “diezmo” en los “puntos”; y la de autoridades gubernamentales que solo se ocupan de teorizar en los medios de comunicación sobre las causas y efectos de los hechos delictivos. Existen estudios de organismos internacionales, de organizaciones no gubernamentales y hasta de instituciones estatales que citan cifras, estadísticas y sugieren las medidas a tomar para combatir el crecimiento incesante de la delincuencia en nuestro país

. Sin embargo todo queda ahí. Hasta el momento solo se han tomado muy tímidas medidas cuando nuestras autoridades se han visto compelidas por la opinión pública a responder ante las crecientes olas de muertes, asaltos, atracos , violaciones y hasta secuestros que sacuden a la sociedad. Reducir horario para la venta de bebidas alcohólicas, patrullar los barrios en lujosas motocicletas y establecer puntos de chequeos militares en la ciudad, no contribuye en nada para resolver el problema de manera efectiva. Son medidas paliativas, simples apariencias que solo buscan llamar la atención del público. No contamos con un plan general para combatir este mal desde sus orígenes. Un plan que abarque mejorar las condiciones de vida de los jóvenes que en nuestros barrios se ven desamparados ante los aparentes beneficios que les ofertan los jefes de bandas, pandillas o naciones. Esto a pesar de que cada año la Secretaría de Estado la Juventud y la Red Nacional de Jóvenes preparan el “Plan Estratégico de Juventudes”, con la finalidad de integrar a los jóvenes a los procesos de desarrollo del país y de esa manera alejarlos de los daños que ocasiona la delincuencia imperante en los sectores de distintos niveles. Durante años todo se ha quedado en seminarios, papeles y firmas de acuerdos que no han llevado a nada, mientras la delincuencia se incrementa y cada vez más jóvenes son víctimas del reclutamiento por parte de “los dueños de las calles”.

 Lo peor de todo es que gran parte de los reclutados son niños o “menores” que se hacen adultos como integrantes de bandas, forjándose de esta manera toda una generación con una cultura delictiva, cuyo avance aún estamos a tiempo de interrumpir. Pero no son solo los organismos que trabajan con jóvenes los que se deben encargar de buscar la solución al factor delincuencia. Son nuestras autoridades gubernamentales quienes deben trazar un programa real para reducir las grandes diferencias sociales que fecundan esta delincuencia nuestra de cada día. Tendremos alguna esperanza?

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