lunes, 6 de junio de 2016

La siempre cotuisana Mary Leisy Hernandez nos escribe desde Brasil


No es preciso nacer en Brasil para amarlo. Es un país lleno de verde, de azul, de luz. Un país enorme como un continente en el que las mezclas y la diversidad de paisajes, de cultura y de posibilidades se hacen maravillosamente inagotables.


No es preciso crecer entre brasileños para quererlos. Son alegres, musicales, carnavaleros. Te acogen con amabilidad desde el primer día como si te conocieran de toda la vida. Nacieron en el último país del hemisferio occidental en el que se abolió la esclavitud y aún se siente en muchos aspectos los indicios de ese pasado relativamente reciente. Las diferencias entre los más ricos y los pobres es enorme.
No es preciso saber mucho de política para entender lo que está pasando en este país suramericano. Una buena parte de los brasileños quiere cambio y a mi juicio, si cambian van a cambiar para peor. Los que están propiciando la salida de la presidenta constitucional están en su mayoría acusados de corrupción. Son multimillonarios que buscan salir airosos de sus líos y de camino lograr políticas que los hagan aún más ricos a costa de recortes de programas sociales a favor los más pobres y desposeídos.
El pueblo no tiene ni voz ni voto en el proceso y quienes supuestamente representan al pueblo viven realidades muy distintas a la generalidad de los brasileños. Una buena parte de los senadores y diputados son evangélicos que han hecho muy buenos negocios en el nombre de Dios. Sus ideas son arcaicas y consideran pecado derechos sexuales, derechos de las mujeres y otras conquistas que a fuerza de lucha han logrado sectores importantes de la población.
No es preciso ser periodista para darse cuenta que los medios de comunicación en Brasil son anti Dilma Rousseff y contra el mandato que instauraron más de 54 millones de brasileños de una manera legal. Las políticas de impuesto de Dilma no les convienen y por eso las protestas populares en contra del proceso pasan desapercibidas. En fin, no es preciso ser demasiado inteligente para concluir que lo que muchos llaman un golpe no es contra la presidenta, es contra la gran mayoría de los brasileños

Por Mary Leisy Hernandez

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